Es una cruda realidad que en España hay cada vez más gente pobre por la crisis económica que asola medio mundo. Pero es más crudo saber que hay personas que pueden ayudar y no quieren.
Los medios de comunicación, y en especial la televisión se hace, cada vez más, eco de este problema, mostrándonos a menudo las duras imágenes de la pobreza que de más cerca nos toca. En nuestras propias ciudades y a pocos kilómetros de nuestras viviendas el hambre y las desgracias se ceban con personas que la mala suerte ha envuelto en la miseria más absoluta.
Muestra de ello son los llamados “rebuscadores”, personas que se agrupan a las puertas de las grandes superficies, hurgando en los contenedores en busca de comida.
“Siempre los ha habido”, dirá alguien cargado de razón. Y está en lo cierto. Pero ahora han aumentado. Son brigadillas de perdedores, de fracasados, que crecen día a día, a la par que descienden los valores en Wall Street y baja el Ibex.Llevan años así, a la espera de que algún gobierno algún día decida qué hacer con ellos.
Y mientras tanto, tendrán que seguir vendimiando en los cubos de basura cuando se cierren las puertas de los supermercados.
Les tocó perder, eso está claro. Todo lo contrario que a los ejecutivos: esos que prefieren destruir la comida, o enviarla directamente al vertedero, antes de que llegue a manos de estos mugrientos individuos que se arremolinan en los alrededores de sus locales estropeando la postal idílica de su comercio. O esos otros que inventaron las hipotecas basura y los créditos 'subprime', y que nos piden ahora ayuda para que el sistema no se derrumbe y el mundo no termine haciendo gárgaras. Han originado el cataclismo en las Bolsas y sembrado el miedo en pensionistas y pequeños ahorradores, y nos piden ayuda, porque sin ellos -nos dicen- nos veremos obligados a alistarnos en las filas de los que escarban, buscando pan, entre desechos.
Y estando en esa situación, sus amiguetes, los ejecutivos de la grandes superficies, no nos ayudarían, porque antes de donar toda esa comida en buen estado ha Comedores Sociales o Bancos de Alimentos, antes que ayudar a toda esa pobre gente, que bien podríamos ser nosotros, prefieren destruirla.
Que no pidan ayuda los que no saben dársela a quienes realmente la necesitan.
Los medios de comunicación, y en especial la televisión se hace, cada vez más, eco de este problema, mostrándonos a menudo las duras imágenes de la pobreza que de más cerca nos toca. En nuestras propias ciudades y a pocos kilómetros de nuestras viviendas el hambre y las desgracias se ceban con personas que la mala suerte ha envuelto en la miseria más absoluta.
Muestra de ello son los llamados “rebuscadores”, personas que se agrupan a las puertas de las grandes superficies, hurgando en los contenedores en busca de comida.
“Siempre los ha habido”, dirá alguien cargado de razón. Y está en lo cierto. Pero ahora han aumentado. Son brigadillas de perdedores, de fracasados, que crecen día a día, a la par que descienden los valores en Wall Street y baja el Ibex.Llevan años así, a la espera de que algún gobierno algún día decida qué hacer con ellos.
Y mientras tanto, tendrán que seguir vendimiando en los cubos de basura cuando se cierren las puertas de los supermercados.
Les tocó perder, eso está claro. Todo lo contrario que a los ejecutivos: esos que prefieren destruir la comida, o enviarla directamente al vertedero, antes de que llegue a manos de estos mugrientos individuos que se arremolinan en los alrededores de sus locales estropeando la postal idílica de su comercio. O esos otros que inventaron las hipotecas basura y los créditos 'subprime', y que nos piden ahora ayuda para que el sistema no se derrumbe y el mundo no termine haciendo gárgaras. Han originado el cataclismo en las Bolsas y sembrado el miedo en pensionistas y pequeños ahorradores, y nos piden ayuda, porque sin ellos -nos dicen- nos veremos obligados a alistarnos en las filas de los que escarban, buscando pan, entre desechos.
Y estando en esa situación, sus amiguetes, los ejecutivos de la grandes superficies, no nos ayudarían, porque antes de donar toda esa comida en buen estado ha Comedores Sociales o Bancos de Alimentos, antes que ayudar a toda esa pobre gente, que bien podríamos ser nosotros, prefieren destruirla.
Que no pidan ayuda los que no saben dársela a quienes realmente la necesitan.
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