17.12.06

DON JUAN TENEDOR

Un gran día, en un pueblecito español, se celebraba una cena por todo lo alto, en honor a los guerreros que habían partido a la batalla y que habían regresado tras vencerla.

Como en otras muchas ocasiones todos los ciudadanos estaban invitados al gran banquete. La mesa estaba llena de suculentos platos. Pero en aquella época no existían utensilios, ni para servir los alimentos, ni para comerlos. No de los guerreros, don Juan Tenedor, había sufrido graves heridas en las manos y le era prácticamente imposible agarrar los alimentos con ellas, como el resto de invitados.

Además, aquella muchacha de ojos verdes, preciosa donde las haya, y que no dejaba de mirarle, ¿qué pensaría de Don Juan Tenedor al ver que le tenían que dar de comer otras personas con las manos?

Que vergüenza, que decepción se llevaría ella.

Entonces pensó durante unos segundos y decidió utilizar un arma que había recogido en la pelea, formada por un mango de madera y tres puntas de metal al final de este. Lo sacó y comenzó a pinchar la comida.

Todos se quedaron bastante sorprendidos en especial la bella dama. Acababa de tener la mejor idea para no mancharse las manos.
El rey mandó construir miles de instrumentos iguales para repartirlos por el pueblo.
Don Juan acababa de inventar lo que hoy llamamos ‘tenedor’ en honor a su apellido.
Y la muchacha impresionada se caso con el guerrero a las pocas semanas. ¿Adivinan su nombre? Inés Cuchara.

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