"Creo que todos antes de tener hijos deberiamos recibir una formación mínima que nos aporte unos valores básicos a transmitir"
Nuestra entrevistada, Mª Lourdes de Celis, nació un 24 de junio de hace 52 años, en un bonito pueblo vallisoletano. Trabaja desde hace 11 años en el colegio Miguel Hernández, en Castro Urdiales (Cantabria). Todos los días coge el coche y se desplaza 25 Km. para ejercer su trabajo. Según nos confesó: “solo utilizo el coche para realizar este trayecto porque realmente odio conducir”. Profesora desde hace 29 años, hoy nos concede unos minutos de su vida para mostrarnos como viven y ejercen su profesión muchos maestros:
Irene Gordo: ¿Por qué decidió usted ser maestro?
Mª Lourdes: La verdad es que desde siempre me han gustado mucho los niños. Quizás también influya la tradición familiar, mis padres, mi abuela, mi tía, todos son maestros.
I. G: ¿Cree que hay que tener vocación?
Mª. L: Si. Creo que debería ser vocacional, de lo contrario resulta muy duro. Personalmente, a medida que pasan los años me gusta más mi trabajo.
I.G: ¿Es su trabajo gratificante?
Mª. L: Si, por supuesto que lo es. En especial a mi me gusta trabajar con niños de tres años, y aunque cansan mucho, me hacen volver contenta a casa, satisfecha con mi trabajo y muy bien emocionalmente.
I.G: ¿Qué concepto cree usted que tiene la gente de su profesión?
Mª. L: La verdad es que vayas a donde vayas y preguntes donde preguntes, todo el mundo relaciona este trabajo con la cantidad de vacaciones que tenemos. No valoran el trabajo que realizamos durante todo el año.
I. G: ¿Cree que los alumnos de hoy en día reciben una preparación adecuada?
Mª. L: Los de educación infantil que es mi especialidad si. Pero en primaria y secundaria la preparación, comparada con otros países europeos es algo deficiente, pobre, escasa… Los contenidos y objetivos son muy limitados y el nivel de exigencia es mínimo.
I. G: Estamos viendo en los medios de comunicación bastantes noticias relacionadas con el vandalismo que muchos colegios recogen en sus aulas. Alumnos que en la mayoría de los casos deciden tomarse la justicia por su mano y no acuden a clase para aprender, sino para martirizar a sus maestros. ¿Que opinión le merecen estas noticias que escuchamos sobre alumnos que maltratan psíquica e incluso físicamente a sus profesores?
Mª. L: Me produce pena, vergüenza, desanimo… Pienso y me pregunto, si el comportamiento de esos jóvenes es así en estos momentos, ¿cómo serán cuando sean adultos? ¿qué sociedad nos espera?
I. G: ¿De donde cree que viene ese problema?
Mª. L: El problema no reside en los alumnos, yo más bien diría que proviene de otros factores como la permisibilidad de los padres. Les dejan hacer todo lo que quieren, no pasan casi tiempo con ellos, no les educan, no les transmiten ninguna clase de valores. Muchos padres delegan toda la educación de sus hijos en los colegios o en los institutos. Los maestros podemos tratar de enseñarles valores tan básicos como el respeto, la educación… pero si cuando llegan a sus casas el ambiente que viven es contrario o no se fomentan esos valores todos nuestros esfuerzos caen en saco roto. Si sus padres no cumplen con su función de padres, nosotros poco podemos hacer.
I. G: ¿Cómo se podría solucionar?
Mª. L: Empezando por educar a los padres. Creo que todos antes de tener hijos deberíamos recibir una formación mínima en la que se nos enseñase, cuando menos, unos valores básicos a transmitir y unas normas esenciales de comportamiento, puesto que un gran número de padres carecen de ellos. Hoy en día parece que tener un hijo es sólo eso, ‘traerlo al mundo’, y todo lo demás ya lo harán las instituciones.
I. G: ¿Ha tenido alguna vez problemas con los padres de sus alumnos?
Mª. L: En mi caso nunca. Pero es que en educación infantil los padres se muestran generalmente agradecidos, te valoran más. Las disputas suelen aparecer en cursos más avanzados, primaria y secundaria. Hay de todo claro pero en mis 29 años de experiencia profesional nunca me he encontrado con problemas.
I. G: ¿Alguna vez ha trabajado con niños/as deficientes?
Mª. L: Si bastantes veces y además diferentes tipos de deficiencias: niños con Síndrome de Down, parálisis cerebral, Síndrome Idiopático (se aplica tanto en medicina como en psicología a todo aquello que es de origen desconocido).
I. G: ¿Cuál fue su experiencia?
Mª. L: Con la niña de Síndrome Idiopático fue realmente terrible, porque no tenía ningún tipo de apoyo y en la clase había 24 niños más. Además tenía unas características muy especiales: comportamiento agresivo y destructivo, no hablaba nada, no controlaba los esfínteres. Fue mi peor experiencia dentro de la enseñanza. De hecho esos años fueron los peores en mi vida profesional e influyeron muy negativamente en mi vida personal.
Con la niña de Síndrome de Down sin embargo disfrute mucho. Aprendió a leer, demostraba interés en la medida que su enfermedad se los permitía. Era muy buena y muy cariñosa, como la mayoría de los niños con estas características.
I. G: ¿Cree que este tipo de niños/as debería estar en colegios normalizados?
Mª. L: No, rotundamente no. Estos niños/as deberían estar en colegios de Educación Especial y por tanto recibir una formación o atención más especializada y acorde con su problemática. Requieren de profesionales y no de una profesora de Educación Infantil o Educación Primaria, que carecen de experiencia para tratarles. A lo sumo deberían estar en contacto con otros niños/as en distintos periodos de tiempo como puede ser en la clase de psicomotricidad, en espacios de juegos, en talleres de teatro, de creatividad, etc. Pero bajo mi punto de vista nunca deberían estar toda la jornada escolar con otros 24 niños/as más en la clase, puesto que no se les puede prestar toda la atención individualizada que precisan.
Nuestra entrevistada, Mª Lourdes de Celis, nació un 24 de junio de hace 52 años, en un bonito pueblo vallisoletano. Trabaja desde hace 11 años en el colegio Miguel Hernández, en Castro Urdiales (Cantabria). Todos los días coge el coche y se desplaza 25 Km. para ejercer su trabajo. Según nos confesó: “solo utilizo el coche para realizar este trayecto porque realmente odio conducir”. Profesora desde hace 29 años, hoy nos concede unos minutos de su vida para mostrarnos como viven y ejercen su profesión muchos maestros:
Irene Gordo: ¿Por qué decidió usted ser maestro?
Mª Lourdes: La verdad es que desde siempre me han gustado mucho los niños. Quizás también influya la tradición familiar, mis padres, mi abuela, mi tía, todos son maestros.
I. G: ¿Cree que hay que tener vocación?
Mª. L: Si. Creo que debería ser vocacional, de lo contrario resulta muy duro. Personalmente, a medida que pasan los años me gusta más mi trabajo.
I.G: ¿Es su trabajo gratificante?
Mª. L: Si, por supuesto que lo es. En especial a mi me gusta trabajar con niños de tres años, y aunque cansan mucho, me hacen volver contenta a casa, satisfecha con mi trabajo y muy bien emocionalmente.
I.G: ¿Qué concepto cree usted que tiene la gente de su profesión?
Mª. L: La verdad es que vayas a donde vayas y preguntes donde preguntes, todo el mundo relaciona este trabajo con la cantidad de vacaciones que tenemos. No valoran el trabajo que realizamos durante todo el año.
I. G: ¿Cree que los alumnos de hoy en día reciben una preparación adecuada?
Mª. L: Los de educación infantil que es mi especialidad si. Pero en primaria y secundaria la preparación, comparada con otros países europeos es algo deficiente, pobre, escasa… Los contenidos y objetivos son muy limitados y el nivel de exigencia es mínimo.
I. G: Estamos viendo en los medios de comunicación bastantes noticias relacionadas con el vandalismo que muchos colegios recogen en sus aulas. Alumnos que en la mayoría de los casos deciden tomarse la justicia por su mano y no acuden a clase para aprender, sino para martirizar a sus maestros. ¿Que opinión le merecen estas noticias que escuchamos sobre alumnos que maltratan psíquica e incluso físicamente a sus profesores?
Mª. L: Me produce pena, vergüenza, desanimo… Pienso y me pregunto, si el comportamiento de esos jóvenes es así en estos momentos, ¿cómo serán cuando sean adultos? ¿qué sociedad nos espera?
I. G: ¿De donde cree que viene ese problema?
Mª. L: El problema no reside en los alumnos, yo más bien diría que proviene de otros factores como la permisibilidad de los padres. Les dejan hacer todo lo que quieren, no pasan casi tiempo con ellos, no les educan, no les transmiten ninguna clase de valores. Muchos padres delegan toda la educación de sus hijos en los colegios o en los institutos. Los maestros podemos tratar de enseñarles valores tan básicos como el respeto, la educación… pero si cuando llegan a sus casas el ambiente que viven es contrario o no se fomentan esos valores todos nuestros esfuerzos caen en saco roto. Si sus padres no cumplen con su función de padres, nosotros poco podemos hacer.
I. G: ¿Cómo se podría solucionar?
Mª. L: Empezando por educar a los padres. Creo que todos antes de tener hijos deberíamos recibir una formación mínima en la que se nos enseñase, cuando menos, unos valores básicos a transmitir y unas normas esenciales de comportamiento, puesto que un gran número de padres carecen de ellos. Hoy en día parece que tener un hijo es sólo eso, ‘traerlo al mundo’, y todo lo demás ya lo harán las instituciones.
I. G: ¿Ha tenido alguna vez problemas con los padres de sus alumnos?
Mª. L: En mi caso nunca. Pero es que en educación infantil los padres se muestran generalmente agradecidos, te valoran más. Las disputas suelen aparecer en cursos más avanzados, primaria y secundaria. Hay de todo claro pero en mis 29 años de experiencia profesional nunca me he encontrado con problemas.
I. G: ¿Alguna vez ha trabajado con niños/as deficientes?
Mª. L: Si bastantes veces y además diferentes tipos de deficiencias: niños con Síndrome de Down, parálisis cerebral, Síndrome Idiopático (se aplica tanto en medicina como en psicología a todo aquello que es de origen desconocido).
I. G: ¿Cuál fue su experiencia?
Mª. L: Con la niña de Síndrome Idiopático fue realmente terrible, porque no tenía ningún tipo de apoyo y en la clase había 24 niños más. Además tenía unas características muy especiales: comportamiento agresivo y destructivo, no hablaba nada, no controlaba los esfínteres. Fue mi peor experiencia dentro de la enseñanza. De hecho esos años fueron los peores en mi vida profesional e influyeron muy negativamente en mi vida personal.
Con la niña de Síndrome de Down sin embargo disfrute mucho. Aprendió a leer, demostraba interés en la medida que su enfermedad se los permitía. Era muy buena y muy cariñosa, como la mayoría de los niños con estas características.
I. G: ¿Cree que este tipo de niños/as debería estar en colegios normalizados?
Mª. L: No, rotundamente no. Estos niños/as deberían estar en colegios de Educación Especial y por tanto recibir una formación o atención más especializada y acorde con su problemática. Requieren de profesionales y no de una profesora de Educación Infantil o Educación Primaria, que carecen de experiencia para tratarles. A lo sumo deberían estar en contacto con otros niños/as en distintos periodos de tiempo como puede ser en la clase de psicomotricidad, en espacios de juegos, en talleres de teatro, de creatividad, etc. Pero bajo mi punto de vista nunca deberían estar toda la jornada escolar con otros 24 niños/as más en la clase, puesto que no se les puede prestar toda la atención individualizada que precisan.
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